Una madre tolerante, un
hogar sin autoridad, una familia desunida, padres o familiares fumadores y
bebedores, la falta de oportunidades, el descuido de los hijos, los amigos y
compañeros, todo esto ayuda para que se inicie en el mundo de las drogas.
Alguna vez escuché que
entrar era muy fácil, lo difícil salir de la adicción. El niño o joven tiene la
facilidad para conseguirla, con la complicidad de familiares, amigos y vecinos
que sabiendo donde se distribuye no avisan con anticipación, y solo cuando ya uno o varios miembros de la familia
se encuentran en el estado de consumidores, quieren reaccionar pero a veces es
demasiado tarde.
En las instituciones
educativas la falta de control por parte del encargado de la disciplina, que
aunque ven el líder induciendo al vicio para estar al día y no sentirse
marginado, no hacen nada porque piensan con la falsa idea que hace parte de su personalidad y
desarrollo, dejan que los jóvenes sigan por el camino del consumo y terminan con
ser adictos.
En la juventud cuando han
tenido una formación débil en sus hogares, se encuentran en un mundo de diversión
y excesos que cuando quieren ser aceptados en un falso círculo de amigos,
terminan para complacerlos, iniciándose en el mundo de la drogadicción con el
cuento de pruébelo que se siente bacano.
En los hogares por descuido
y sin ningún control no se percatan que desde niños son fumadores y con el
cuento que todo se debe probar, terminan probando y quedándose en el consumo de
sustancias.
La drogadicción en nuestro
municipio es un problema y flagelo de la sociedad, no es solo la autoridad
quien en sus recorridos invita a los jóvenes a retirarse a sus casas, es en las
casas que debe imponerse la disciplina para la hora de llegada a dormir.
La responsabilidad inicia en
el hogar donde se debe imponer disciplina y desde la infancia, para evitar que
con los años se encuentran con un muchacho incorregible, recuerden árbol que
nace torcido no se endereza jamás.
El drogadicto pierde lo mejor de sí mismo: el autocontrol y la fuerza de
voluntad. Se vuelve apático, desinteresado, ansioso. Pierde el estímulo por los
logros personales y profesionales. Se aísla, desprecia los vínculos familiares
y amistosos, y se encierra en círculos, por lo general marginales, donde le
resulta fácil conseguir la droga. Se vuelve esclavo de la sustancia hasta
destruirse a sí mismo y destruir sus hogares.
Lo más importante, para quienes están en esta
lamentable condición, es descubrir el
poder interior. Descubrir quién es en realidad, cuán grande es su valor
como ser humano, cuantas cosas buenas se merece y tiene derecho en la vida. El
drogadicto ha perdido todo este concepto, no se valora, no se da cuenta como ha
caído tan bajo. En este paso debe recobrar su autoestima. Autoestima es
valorarse, aceptarse, amarse a uno mismo y reconocer que tiene derecho a una
vida feliz.