lunes, 11 de abril de 2016

Qué fácil es entrar en la drogadicción.



Una madre tolerante, un hogar sin autoridad, una familia desunida, padres o familiares fumadores y bebedores, la falta de oportunidades, el descuido de los hijos, los amigos y compañeros, todo esto ayuda para que se inicie en el mundo de las drogas.

Alguna vez escuché que entrar era muy fácil, lo difícil salir de la adicción. El niño o joven tiene la facilidad para conseguirla, con la complicidad de familiares, amigos y vecinos que sabiendo donde se distribuye no avisan con anticipación, y solo  cuando ya uno o varios miembros de la familia se encuentran en el estado de consumidores, quieren reaccionar pero a veces es demasiado tarde.

En las instituciones educativas la falta de control por parte del encargado de la disciplina, que aunque ven el líder induciendo al vicio para estar al día y no sentirse marginado, no hacen nada porque piensan con la falsa idea  que hace parte de su personalidad y desarrollo, dejan que los jóvenes sigan por el camino del consumo y terminan con ser adictos.

En la juventud cuando han tenido una formación débil en sus hogares, se encuentran en un mundo de diversión y excesos que cuando quieren ser aceptados en un falso círculo de amigos, terminan para complacerlos, iniciándose en el mundo de la drogadicción con el cuento de pruébelo que se siente bacano.

En los hogares por descuido y sin ningún control no se percatan que desde niños son fumadores y con el cuento que todo se debe probar, terminan probando y quedándose en el consumo de sustancias.



La drogadicción en nuestro municipio es un problema y flagelo de la sociedad, no es solo la autoridad quien en sus recorridos invita a los jóvenes a retirarse a sus casas, es en las casas que debe imponerse la disciplina para la hora de llegada a dormir.
La responsabilidad inicia en el hogar donde se debe imponer disciplina y desde la infancia, para evitar que con los años se encuentran con un muchacho incorregible, recuerden árbol que nace torcido no se endereza jamás.

El drogadicto pierde lo mejor de sí mismo: el autocontrol y la fuerza de voluntad. Se vuelve apático, desinteresado, ansioso. Pierde el estímulo por los logros personales y profesionales. Se aísla, desprecia los vínculos familiares y amistosos, y se encierra en círculos, por lo general marginales, donde le resulta fácil conseguir la droga. Se vuelve esclavo de la sustancia hasta destruirse a sí mismo y destruir sus hogares.

Lo más importante, para quienes están en esta lamentable condición, es descubrir el  poder interior. Descubrir quién es en realidad, cuán grande es su valor como ser humano, cuantas cosas buenas se merece y tiene derecho en la vida. El drogadicto ha perdido todo este concepto, no se valora, no se da cuenta como ha caído tan bajo. En este paso debe recobrar su autoestima. Autoestima es valorarse, aceptarse, amarse a uno mismo y reconocer que tiene derecho a una vida feliz.